Poesía de Bulgaria: «Mira», un poema de Preslava Vídenova (1996) en búlgaro y en español

Preslava Vídenova (Shumen, 1996) ha vivido un tiempo en Grecia, Países Bajos y Alemania. En 2014 ganó el primer premio en el concurso nacional de recitales Yavorovi dni, en 2016 recibió el primer premio en la sección de poesía del concurso Petya Dubarova. Fue laureada de la 37ª edición del concurso de poesía Veselín Hánchev (2020), tras lo cual debutó con su poemario Postoyanna ekspozitsia (Zhanet 45, 2021). 


МИРА

Моята приятелка от Сирия
колекционира аромати на растения.
Жасмин расте навсякъде в родината й.
Домът й е облъхнат с него.

Напуска Сирия, когато е на девет,
в навечерието
на последната арабска пролет,
развенчала стражевите кули на Дамаск.

Едва наскоро припознава в yasameen
божествения цвят.

За нея ароматът е по-силен
от каменния ступор на материята
и по-неизличим от спомена.
Ефирно потвърждение на Бог е –
единственият всепроникващ полъх,
който не отнема, а възвръща
нейната ранена идентичност,
недокосната от времето.

Нетленна е,
когато ми разказва
как са я съблекли и са ритали
жасминовата кожа на бедрата й.
Разглеждам моравите отпечатъци
от черните кубета
в основите на цветовете –
там, където се разпукват,
в регионите, в които разцъфтяват
бледорозови.
Уханието става по-наситено,
ако се стрият,
пускат сок с жасминов мирис.
Древните така извличали чисти есенции
от плодовете.

Вдъхвам синините по плътта
на моята приятелка
и ми призлява
от колекционерите на аромати
като нейния –

онези,
заради които бледата й кожа вече вехне,
не знаят още чистото й име.
MIRA

Mi amiga de Siria
colecciona aromas de plantas.
El jazmín crece por todos lados en su país.
Su casa emana su aroma.

Se marcha de Siria cuando tiene nueve años,
en las vísperas
de la última primavera árabe,
que destituyó las torres de vigilancia de Damasco.

Desde hace poco logra reconocer en yasameen
el color divino.

Para ella el aroma es más fuerte
que el duro estupor de la materia
y más imborrable que el recuerdo.
La etérea confirmación de Dios es:
el único soplo de viento, penetrante y omnipotente,
que no quita, sino que devuelve
su identidad herida,
intacta por el tiempo.

Es eterna e incorpórea
hasta cuando me cuenta
cómo habían desvestido y pateado
la piel de jazmín de sus muslos.
Miro las huellas moradas
de las puntas negras
en los pliegues de las flores:
allí, donde se agrietan,
en las regiones donde florecen
en un tono rosa pálido.
El aroma se vuelve más intenso,
si se aplastan,
liberan su jugo con aroma de jazmín.
Los antiguos extraían así esencias puras
de los frutos.

Inhalo los moratones por la piel
de mi amiga
y me dan arcadas
de los coleccionistas de aromas
como el suyo:

aquellos
por los que su pálida piel está ya marchitándose,
siguen sin conocer su límpido nombre.

Traducción del búlgaro al español de Marco Vidal González


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