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Nikola Vaptsarov |
NIKOLA VAPTSAROV. SIEMPRE INCÓMODO
El 7 de diciembre de 2009 él hubiera cumplido 100 años, pero murió a la edad de Cristo, murió fusilado por un pelotón de soldados en los túneles de un cuartel del ejército, situado en pleno centro de Sofia, exactamente allí donde hoy día está el Palacio de la Cultura. Le fusilaron por antifascista. Le fusilaron bajo tierra, a oscuras. Ni siquiera le dejaron ver las estrellas… ¿O fue al amanecer, o a plena luz del día? Pero el crimen… fue en Sofia. Y él amaba las estrellas. Y el mar… Y la vida.
Por ella, la Vida,
lo haría yo todo.
En cohete de pruebas
surgiría los cielos,
en un frágil cohete
buscaría yo sólo
un lejano planeta…
Son tan sólo unos versos del poema titulado Fe, el poema que abre su primer y único libro: Canciones del Motor (1940).
Por ella, la Vida Vaptsarov fue fusilado. Y entró en una lista donde están los nombres de otros grandes de nuestras letras: Hristo Botev, Aleko Konstantinnov, Dimcho Debelianov, Gueo Milev, Hristo Yasenov… es una lista muy larga, no creo que tendremos tiempo para enumerarlos a todos. Benditos sean por haber existido, por seguir viviendo en la palabra y en nosotros.
Pero no es la muerte la que convierte a nuestros poetas en grandes. Son ellos los que anulan la muerte. La vida de Vaptsarov fue difícil y breve. Pero no, aún no ha terminado.
También es difícil y polémico el destino de su obra. Yo soy una persona ya mayor. Recuerdo cosas que parecen ilógicas y sorprendentes. Pero simplemente son tristes. Provocan vergüenza ajena. Hablan de las manipulaciones políticas y de las limitaciones humanas e ideológicas. De la incomprensión y de la pobreza espiritual de nuestro mundo. Vaptsarov es un poeta sumamente popular y como persona, todos los que le han conocido dicen que todos le querían. Pero su poesía, diferente, franca, directa, y al mismo tiempo clarividente y pensativa, no podía ni ser comprendida por todos, ni muy cómoda para los políticos. Porque sus versos no simplemente piensan, no, hacen algo mucho más grande, algo arriesgado. Nos hacen pensar. Nos hacen pensar, preguntarnos y ver con franqueza, no cerrar los ojos ante la verdad:
¿Qué nos darás, Historia,
de tus amarillentas páginas?
Nosotros éramos gente anónima
de fábricas y oficinas,
nosotros éramos aldeanos
a sudor y cebolla olíamos
y bajo los bigotes tristes
enojados la vida maldecíamos.
Trazarás los entornos, sólo.
El interior, lo sé, dejarás vacío
y nadie ya contará
el simple drama humano.
Los poetas estarán atareados
en mitines y propaganda
y nuestro dolor no-escrito
solitario errará por el espacio…
pero en los volúmenes enormes,
bajo las letras y las líneas
gritará nuestro sufrimiento
y enseñará los dientes…
Esta poesía no conoce la patética. Lo que querrá decir que no sirve de propaganda. Sus palabras son simples y la naturalidad que las articula las aproxima cada vez más al corazón de la gente. Estas palabras que plasman la crudeza y la crueldad de la vida sin ahorrarnos nada, paradójicamente están desbordadas de amor, de añoranza y ternura. Añoranza y ternura hacia esta misma gente aplastada por la historia, destrozada, postrada y humillada, convertida en una masa sin rasgos especiales, sin rostros individuales. Ni heroica, ni vencedora, pero enamorada de la vida, en lucha constante e implacable por la vida. Esa peculiaridad, esa añoranza, fe, ternura hace que los trágicos poemas de Vaptzarov irradien un halo romántico. Es como si nos esta abrazando:
¿Recuerdas
el mar y las máquinas,
las bodegas, llenas
de oscuridad pegajosa?
¿Recuerdas aquel bestial anhelo
por las Filipinas,
por las enormes estrellas
de Famagusta?
¿Recuerdas un marinero tan sólo
que no viviera con la mirada en lo lejano,
allí, donde en el término de la noche,
el aliento del trópico nos inunda?
¡Recuerdas cómo poco a poco
nuestras últimas esperanzas se enfriaban,
nuestra fe
en el bien
y el hombre,
en la romántica, en los vaciados anhelos?
¿Recuerdas,
cómo muy pronto
nos encerraron en la trampa de la vida?…
Si, las mejores palabras que podemos decir sobre un poeta, son sus propios versos. Y tenemos muy poco tiempo esta tarde para no destinarlo a ellos. Solamente me gustaría decir que en la poesía de Vaptsarov España ocupa un lugar predilecto. España con su Guerra Civil, con toda esta gente anónima que sufre, lucha, muere y se pregunta.
…Pan teníamos. Una hogaza para los dos era suficiente.
¿Pero para el hijo que viene
alcanzaría, madre?…
…Se van, y luchan, ¿y por qué?
¡Es el pan solamente lo que les une?…
…Tengo celos, Fernández,
odio ya esta palabra:
libertad. La palabra que hoy
impetuosamente te prende…
…Puede que tengas razón,¿verdad?
Puede que tengas razón, mi amor,
pero me duele,
me duele, me duele…
La fe del poeta en la vida es inquebrantable, pero su fe tiene los ojos bien abiertos. Una millonaria sabiduría y un amor que se expande sobre toda la historia humana son las fuentes desde donde mana esta voz. La voz de la joven Dolores, la voz del poeta, convertida en un hilillo o en el ala de un recuerdo, de una visión del futuro y de ahora mismo, la voz viene a ofrecernos un sendero, un lugar en lo más hondo y cálido del ser humano.
Me gustaría terminar esta breve confesión de amor con una reflexión de Nikolay Liliev, otro gran poeta búlgaro:
En estos versos cualquier “literatura” se ha desvanecido para dejar sitio a la vidente profundidad que entraña la palabra pura.
En la noche más negra de su vida, cuando la balanza se inclina hacía los túneles de la oscuridad, Vaptsarov asecha la brizna de luz y arranca de su alma verbos que traen rayos de poesía, rayos de sol y tormenta…
Diciembre de 2009, Madrid, Zhivka Baltadzhieva, Discurso pronunciado en la Biblioteca Nacional de España en el homenaje del poeta, celebrado en Madrid, bajo el patrocinio de UNESCO
NIKOLA VAPTSAROV
Traducción de Zhivka Baltadzhieva
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